KÁKACH - LEYENDA DEL PÁJARO CARPINTERO
Se distribuyen cosmopolitamente, con excepción de Australia, Madagascar y las regiones polares extremas. Estas aves pueden ser migratorias o sedentarias; muchas habitan en el mismo lugar durante años, pero otras se trasladan a lugares lejanos donde van a reproducirse en zonas de invernada. Su tamaño varia entre los 20 y 59 centímetros, al igual que su coloración, cambia según la región que habita .
Bien al sur, en la punta más austral del país, donde el viento arrecia castigando los árboles altos que componen los bosques del lugar, donde el frío congela el aire, allí, se yergue Tierra del Fuego y en este confín dicen los antiguos que entre los Selk`nam, ancestrales moradores del lugar, habitaba un hombre cuyo nombre era Kákach y la leyenda narra como y por qué este joven se convirtió en un pájaro cuyo cuerpo es negro, rojo el copete y trepa a los saltos picoteando los árboles para hacer de ellos su hábitat.
Dicen que dicen
que entre los Selk`nam antiguos habitantes de Tierra del Fuego, vivía un hombre de menudo cuerpo, pero muy fuerte, decidido y corajudo que entre sus congéneres era reconocido como un ser valiente, de cuantiosas virtudes y entre las que sobresalía, la prudencia. Todos lo llamaban Kákach.
Cierta vez, mientras el joven se paseaba a orillas del mar, vió venir desde el norte a una mujer de colosal tamaño, pero con una particularidad, tenía la cabeza muy pequeña, tanto, que desentonaba sustancialmente con su amplio cuerpo.
El hombre, al verla corrió para avisar a los demás, pero nadie le creyó.
Kákach, entre asustado y desesperado, se acordó de Kauj, un anciano sabio y hacia él se dirigió con premura para consultarlo.
Kauj escuchó con atención la descripción que hizo Kákach de la mujer que había visto emerger del mar. El sabio, con el ceño fruncido y aspecto preocupado, dijo reconocer a la mujer, refiriéndose a ella como Taita, a lo que más tarde agregó: - es la peor noticia que has podido darme -.
Cuentan que por aquellos tiempos, la hoy conocida como Tierra del Fuego, solo tenía agua potable, apta para ser bebida, en una laguna, ya que los ríos, lagos y lagunas aún no se habían formado.
Así fue que, cuando Taita tuvo sed, con sólo olfatear el ambiente, descubrió la tan preciada laguna y hacia allí se dirigió.
Luego de rondar el lugar, la mujerona decidió que nadie más que ella bebería de la laguna, entonces comenzó a cortar árboles, los más altos y robustos con los que rodeó la laguna cercándola y se sentó a esperar.
Uno a uno fueron llegando al lugar todos los nativos en busca del vital elemento, pero Taita, con decisión los espantó a todos, cuchillo en mano y firme convicción.
En pocos días la desesperación se apoderó de todo el pueblo.
Kákach estaba más que enojado, enojadísimo, y se prometió así mismo, terminar con la bruja malvada de una vez por todas y le declaró la guerra.
Cumpliendo con el ritual, se hizo pintar la cara de rojo, costumbre que presagiaba la lucha, luego pidió traer polvo de carbón y con él se frotó el cuerpo para no ser visto bajo los rayos lunares.
Llegada la noche, se deslizó con sigilo hasta donde se encontraba la impía enemiga.
En la soledad nocturna, bajo el cielo estrellado, el guerrero comenzó a desplegar su plan.
Su objetivo era abrir una zanja hacia el corral de Taita, con mucho esfuerzo fue avanzando poco a poco.
Ya amanecía cuando al fin divisó su objetivo. Sí, allí estaba Taita cuchillo en mano.
Daba temor verla allí, con su impresionante figura.
Entonces Kákach se deslizó cuerpo a tierra y en un descuido tomó a la mujer por los tobillos, la sujetó tan fuerte que ella rodó por tierra, entonces, decidido le arrebató el filoso cuchillo, pero Taita con ligeros movimientos lo tomó de los cabellos y él aulló de dolor. Ella, ni lerda ni perezosa lo sujetó de la lengua con todas sus fuerzas, y se la estiró y estiró con idea de mordérsela, pero el muchacho reaccionó rápidamente y logró golpearla con el mismísimo cuchillo que le había quitado, hasta dejarla sin vida.
Kákach había logrado su objetivo. Con gran dificultad se dirigió hasta la laguna y allí pudo aplacar su sed, luego enjuagó sus heridas y con una caracola que encontró por allí, entre dolorido y tembloroso, juntó agua para llevarle a los más ancianos.
Los demás, al enterarse de las buenas nuevas, corrieron a la laguna atropelladamente y al fin, bebieron hasta saciarse.
Kauj, el sabio, dijo que debía hallarse una solución para que no volvieran a repetirse hechos tan desgraciados como el que había acontecido. Nadie más debía adueñarse del agua.
Como Kauj además de sabio tenía ciertas dotes de mago, tomó una honda, mojó una piedra en el lago, la acomodó con suma paciencia y la arrojó tan lejos y tan fuerte como pudo.
Al caer, la piedra oradó el suelo, rajando la tierra y abriendo un cauce de lo que sería un río, entonces el agua de la laguna corrió libre por allí.
Luego volvió a tomar otra piedra más grande, la arrojó y la enorme fuerza descendente creó un hermoso lago. Y así arrojando piedras, surgieron lagunas, ríos y arroyos.
Ustedes se preguntarán que fue del bravío guerrero Kákach, bueno parece ser que la pelea con Taita lo desequilibró un poco y se le dio por hacer cosas raras, como golpear y treparse a los árboles dando estrepitosas carcajadas, hasta que cierto día y ante la mirada azorada de su pueblo, el joven fue trasformándose en un pájaro, cuya cabeza, tal cual Kákach la tenía pintada para enfrentar a Taita, luce hasta hoy en día, un copete rojo, plumaje negro y brillante, lengua larga y entre picoteo y picoteo deja escapar un sonido, que asemeja a la risa.
¿Adivinan en que pájaro se convirtió Kákach ?. Claro que sí, en un hermoso pájaro carpintero, habitante de los bosque fueguinos.
¿Y qué fue de Kauj, el anciano? Dicen que a su muerte, emergió de su cuerpo un búho que también vive en los bosques y que cada vez que ve a un desconocido, emite un chistido en señal de aviso para que nadie más se adueñe de las aguas.
adaptacion Susana C. Otero
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